Los celos y la desconfianza son una combinación
maquiavélica, nos convierte en monstruos, en personas irreconocibles, nos apaga
toda dulzura, nos arrebata todo amor, y nos transforma en seres salvajes,
primitivos, maniaco-obsesivos dispuestos a matar, a dejar la ponzoña letal en
sus seres más amados. Estoy inhalando, y no es coca, estoy inhalando tu
indiferencia, que viaja desde cientos de kilómetros y llega a impactar desde
mis fosas nasales hasta mis alvéolos. Y a los segundos puedo describir como se
va haciendo presa de mi, como una droga destinada a matar, que empieza por
incitarte a meterte en tu cama todo el día, con niveles de ansiedad rebasando
los límites normales, con desniveles de autoestima, autocuestionamientos,
incluso sientes emerger sentimientos de arrepentimiento jamás registrados.
Es increíble como la misma persona que te hace muy
feliz, o intenta hacerlo, o te lo hace creer, pueda hacerte sentir muy mal a la
vez. Y empiezan a relucir preguntas tales como ¿Será que te embarga con más
frecuencia la tristeza que la felicidad? ¿Será que esta relación te da más infelicidades
que alegrías? ¿Será que no te has dado cuenta que tu relación siempre se ha
basado más en lágrimas que en sonrisas? Y aun así has tratado de esconder toda
la melancolía reprimida en un cajón, en un bolsillo, en tu cartera, o en el
fondo de tu corazón. Y comienzas a sentir la resaca, la resaca de todo ese
tiempo de no llegadas, de soledad, de llorar con tu almohada, de abrazar a los
peluches con los que duermes, de apretujar las sábanas de la rabia, de los
efectos que conllevan a tener que superar tus dificultades sola, tras la puerta
de tu habitación, sin estímulos propios para seguir, sin una motivación más. De
no tener ya las mismas ganas que siempre, de mandar todo al carajo, de mandarte
al carajo, antes que seguir viendo como nos desmoronamos ante leves sismos. Cuando pensábamos que teníamos una buena infraestructura, unos buenos cimientos
labrados con mucho ímpetu y contrariedad. Hoy parece que todas esas
contrariedades que solíamos cruzar, creyéndonos soberanos del mundo, estaban
ahí porque esto no debía continuar, y sin embargo, estuvimos ahí luchando hasta el último
cartucho, y hoy parece, que en verdad ha sido el último que nos quedaba.
Ese oasis que visitamos un par de veces, y donde nos creímos dos aventureros invencibles con todo su poderío y su máximo auge, hoy nos muestra que estuvimos todo el tiempo frente a un espejismo, que estuvimos siempre del otro lado, y hoy parece que se disuelve, y todo y todos caemos al pavimento, caemos en la realidad.
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